jueves, 23 de febrero de 2012

Carta a un hijo

Hijo mío, te di la vida pero no puedo vivirla por vos. Puedo enseñarte muchas cosas, pero no obligarte a aprender. Puedo guiarte y dirigirte, pero no responsabilizarme de lo que vos hacés.
Puedo hablarte extensamente acerca de la responsabilidad, pero serás vos el responsable indiscutible y total de todos tus actos.
Grabátelo muy bien en la mente. Recordá que en la vida no hay premios ni castigos: solo consecuencias
Puedo instruirte sobre lo bueno y lo malo, pero no decidir por vos.
Puedo enseñarte a compartir, pero no forzarte a hacerlo. Eso es algo que únicamente tu conciencia te podrá dictar.
Puedo hablarte del respeto y la consideración hacia los demás, pero no pedírtelo si vos no los considerás importantes. Puedo darte amor, pero no obligarte a aceptarlo ni a que vos lo des. Si querés ser respetado, respetá. El verdadero respeto no se impone: se inspira.
Puedo exhortarte a la necesidad detener altas metas, pero no alcanzarlas por vos. Puedo enseñarte acerca de la bondad, pero no obligarte a ser bondadoso. Puedo educarte lo mejor que pueda, pero no hacerte educado. Puedo aconsejarte sobre las amistades, pero no escogértelas.
Puedo recomendarte, pero no garantizarte. Puedes estar seguro de que me he esforzado hasta el máximo por darte lo mejor de mí... sencillamente porque te amo. Pero lo que hagás de tu vida dependerá enteramente de vos.
Que tengás una hermosa vida y que Dios te bendiga y te guíe por cualquier camino que tomés ¡y por dondequiera que andés.
Con cariño: tu madre

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